Esa mañana fué inusualmente fría, tal vez producto de los nervios y de la espectativa que tenía de mi desempeño. Sabía que la derrota no era una opción, a pesar de su álta probabilidad. Cinco kilómetros me separaban de la gloria personal. Tenía que completar la carrera para callar aquellas voces que aseguraban que no terminaría. No sólo la tenía que terminar, la tenía que terminar como se debe: corriendo.
Ana Guevara había dado la salida, y yo me encontraba perdido en medio de una masa naranja de personas uniformadas. Jamás había visto a tantas personas vestidas del mismo color. Y menos con una meta en común. "El disparo sonó hace un minuto, y no nos hemos movido". 20,000 personas. No tenía idea de la magnitud de esa cifra, hasta que formé parte de ella. "Es hora de moverse... mantén tu ritmo y no te rindas". Já! A mi "yo" interno se le hace fácil dar instrucciones.
El primer kilómetro fué fácil de superar: todavía tenía aliento. "Faltan cuatro". Después de esta primera marca, la gente comenzó a rebasarme; a subir la velocidad. "Sé paciente, mantén tu paso". Me sentía más en un juego de estrategia que en una carrera. Odiaba el hecho de que me dejaran atrás, pero la ola naranja era infinita, no había manera de que todos me dejaran atrás. Así que dejó de importarme la cantidad de gente que iba mas rápido que yo. Lo importante era mantener mis energias... y mi aliento. "Ya sólo faltan tres... y ahí está el agua". Realmente no necesitaba agua, pero tomé una botella de todas maneras: no sabía en que momento neceistaría refrescarme.
Cuando pasé la marca de la segunda mitad del segundo kilómetro, mis pantorrillas comenzaron a quejarse. El aumentar la velocidad no las aliviaría. Tampoco el detenerme. Así que decidí ignorarlas, continuar, y asumir las consecuencias que esto podría ocasionar. "Fuck! La tercer marca tardó en aparecer. Dos más". El público comenzaba a aparecer en la banqueta. A cada paso, aumentaba el número de espectadores, y con él, los decibeles de las porras. En ese momento comprendí de que se alimentaba el espíritu de los atletas en la competencia. Esas voces eran todo lo que necesitaba para recuperar fuerzas y terminar corriendo. No sólo corriendo, sino rebasando gente. "Último kilómetro... y ahí está tu mamá". Su voz fué suficiente para lograr hacerme saltar al mismo tiempo que avanzaba y dejaba corredores atrás.
Al llegar a la meta, el cronómetro marcaba mi record: 36 minutos y 13 segundos.
Ahora, un par de personas me deben un par de Sugus cada uno.
2 comments:
Eso, monsieur. No podíamos esperar menos de usted. Enhorabuena!
Ahora: ya todos posteamos nuestras vivencias turibloguescas. Falta el vuestro!
Un abrazo y seguiremos leyendo.
Demonios!
Por eso nunca hago apuestas, porque SIEMPRE pierdo.
Maldito caracol!
en fin... Felicidades, flaco. La neta es que así ha sido siempre: tú te sales con la tuya sea como sea.
Sí, tengo honor. Tú dime cuándo deberé pagar mi deuda.
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